'A los sueños uno mismo tiene que moldearlos'

Ana Graciela (43) y Kathy (38) son venezolanas y llegaron a Tumbes, Perú, hace cuatro años. Además de compañeras de vida, comparten la pasión de sacar un sueño adelante: un emprendimiento de comida venezolana por el que ya se volvieron famosas en su comunidad.
Image
Kathy y Ana posan frente a la cámara con un plato de tequeños y un cartel con el nombre de su negocio: "Amasando Sueños"
24 June 2022

Mira el video

Para Ana y Kathy, el día empezó antes de que se levantara el sol en la caliente ciudad Tumbes, ubicada en la frontera de Perú con Ecuador. La cantidad de pedidos que ha recibido Amasando Sueños durante la semana les ha obligado a trabajar incontables horas. Cansadas pero felices, se ponen su camiseta blanca y empiezan a amasar para preparar tequeños, un producto típico venezolano. 

Nunca en su vida se imaginaron que ésta sería su rutina, y que la comida venezolana que tanto extrañaban se convertiría en su fuente de trabajo. En Venezuela, Ana era abogada y Kathy trabajaba como custodia en un centro penitenciario femenino. Fue justamente así que se conocieron y se enamoraron. Ana fue a visitar a una cliente en el centro penitenciario, Kathy la recibió, y lo demás es historia. 

A mediados de 2018, pocos meses después de conocerse, Kathy salió de Venezuela hacia Perú. Cruzó Colombia en bus, pero ya sin ahorros, tuvo que pasar Ecuador a pie. Físicamente distantes, nunca dejaron de hablarse. Entre las dos, ahorraron para que Ana pudiera alcanzarla.

Al igual que Kathy y Ana, más de 6.1 millones de personas han salido de Venezuela debido a la inseguridad y violencia, la falta de acceso a alimentos, medicinas y servicios esenciales, así como pérdida de ingresos y la situación socioeconómica. De ellas, 1.3 millones viven en Perú, siendo este el segundo país en el mundo que alberga a la mayor cantidad de personas refugiadas y migrantes de Venezuela. 

Amasando Sueños nació por casualidad. “Un día le comenté a mi pareja que quería comer tequeños y me dijo que ella sabía hacerlos”, recuerda Ana. Al regresar de su anterior trabajo, Kathy encontró todos los ingredientes sobre la mesa. 

Con el estómago lleno y sintiéndose más cerca de su Venezuela, Ana se dio cuenta del talento de su pareja y supo que debían aprovecharlo. Subió las fotos del producto en redes sociales, y así surgieron los primeros clientes del que llaman “su primer hijo, el niño de sus ojos”. Guardan con mucho amor la botella de vino que usaron como su primer rodillo por los primeros cuatro meses.Hoy tiene una gama de más de 35 bocaditos, pastelería y panadería venezolana.

Dos mujeres amasan y cocinan. En el fondo, el logo de su emprendimiento.

Con el apoyo de socios de la Plataforma R4V en Perú, Ana y Kathy han recibido capacitaciones y capital semilla para que su negocio continúe creciendo. Hoy día, Amasando Sueños es, para Ana y Kathy, su única fuente de ingresos, ya que a través de su trabajo han logrado consolidar un emprendimiento auto suostenible, que les permite suplir sus necesidades y brindar apoyo a sus familias en Venezuela. Durante 2021, más de 30 socios de la Plataforma R4V alcanzaron a 506,000 personas refugiadas y migrantes para que pudieran acceder a necesidades básicas y alcanzar estabilidad en el país. 

“Ya no le trabajo a otra persona, sino que trabajamos nosotras dos, somos nuestras propias jefas”, comenta Kathy con una sonrisa. No todo ha sido fácil. La pandemia supuso un gran reto para su negocio. “A veces quisiera darle mi camiseta a alguien más para que sienta lo fuerte que es. Todas las cosas lindas que hemos logrado con Amasando Sueños es por nuestro esfuerzo, por el trabajo de las dos”, agrega. 

Meticulosamente, Kathy corta la masa y los trozos de queso y jamón con una regla para asegurar que el producto sea uniforme. Ana, a su lado, envuelve la masa alrededor del jamón y el queso y pone a calentar el aceite. Hoy tienen que entregar un pedido grande para un evento. 

Además de ser su fuente de trabajo, hay algo más que las motiva, en estos días, a madrugar: 

“Nuestro mayor sueño es poder tener nuestros bebés. Queremos entre dos, tres meses abrir un local para poder seguir generando ingresos”, comenta Kathy. También esperan que sus ahorros les permita iniciar un tratamiento de fertilidad, explican. 

“Como dice Ana Graciela, uno mismo tiene que amasar y moldear los sueños, uno tiene que perseguirlos. Y como nosotras siempre decimos, el límite es el cielo”.